“La masturbación no mata, pero sí contamina el alma: hablemos claro”

¿Qué dice la ciencia sobre la masturbación?

Desde una perspectiva científica y médica, la masturbación se ha considerado una práctica común, natural y hasta “saludable” para liberar tensiones sexuales, reducir el estrés e incluso mejorar el sueño. Estudios clínicos argumentan que no causa daños físicos inmediatos ni enfermedades, y que puede formar parte de una sexualidad humana normal cuando se vive sin culpa ni compulsión.

En muchos entornos se promueve como una forma de exploración personal y de "conocerse a uno mismo". La psicología moderna incluso puede sugerir que la represión sexual genera frustración o culpa innecesaria.

Pero aquí es donde entra una gran pregunta que la ciencia no puede responder:¿Es todo lo biológicamente normal también espiritualmente correcto?

¿Qué dice la santidad cristiana?

Desde la perspectiva de la Biblia y la vida en santidad, la masturbación no es simplemente una conducta física: es una manifestación de lo que ocurre en el alma. Jesús fue claro al decir que pecamos con solo mirar con lujuria (Mateo 5:28), y la masturbación rara vez ocurre sin que la imaginación o el corazón sean arrastrados a la fantasía, el deseo desordenado, o incluso la pornografía.

El problema no está únicamente en el acto, sino en la fuente emocional y espiritual que lo provoca: la soledad, el deseo descontrolado, la ansiedad, la necesidad de placer inmediato, o la esclavitud a hábitos ocultos. Dios no nos llama a vivir dominados por impulsos, sino a ser guiados por el Espíritu Santo, que produce en nosotros dominio propio (Gálatas 5:22-23).

¿Por qué no es saludable espiritualmente?

1. Deforma el propósito del sexo: El diseño divino del placer sexual está reservado para la intimidad matrimonial, en un pacto de amor y entrega mutua. La masturbación convierte ese regalo en un acto solitario, centrado en uno mismo, desconectado del propósito original.

2. Alimenta la fantasía y la pornografía: Aunque no siempre, la mayoría de las veces está acompañada de pensamientos lujuriosos o imágenes sexuales. Esto contamina la mente y crea adicciones emocionales difíciles de romper.

3. Rompe la comunión con Dios: No porque Dios te condene, sino porque tú mismo te escondes. Como Adán en el Edén, cuando el alma se siente sucia, se esconde de la Presencia que puede limpiarla.

4. Produce ciclos de culpa y esclavitud: Aunque momentáneamente alivie tensiones, el alma del creyente que busca la santidad sufre cuando cae una y otra vez. El placer momentáneo se convierte en tristeza prolongada.

   
   

¿Cómo lucha un cristiano con este tema?

• No con culpa paralizante, sino con arrepentimiento genuino.

• No con fuerzas humanas, sino con dependencia del Espíritu Santo.

• No con autoengaños, sino con una rendición diaria del cuerpo y la mente a Dios.

• No escondiéndose, sino hablando con transparencia con mentores, líderes o consejeros piadosos.

  
  

La verdadera libertad no es solo evitar pecar, es aprender a vivir lleno de propósito

Dios no nos llama a simplemente “aguantar” el deseo, sino a canalizarlo hacia su diseño. El deseo sexual es una fuerza poderosa, pero cuando se somete al diseño divino, produce vida, intimidad sana y plenitud.

Cristo no vino a hacernos reprimidos, vino a hacernos libres del dominio del pecado. Esa libertad incluye lo que nadie ve. Porque no hay santidad auténtica si no comienza en el lugar secreto.

Pienso que...

La ciencia puede decir que la masturbación no es dañina, pero la Palabra de Dios va más allá de lo físico: toca el alma. El cristiano no vive por lo que “aprueba la mayoría”, sino por lo que honra al Padre. Y aunque el mundo diga “es normal”, Cristo te llama a ser santo, libre, pleno y victorioso… incluso cuando estás solo, incluso cuando nadie te ve.